lunes, 30 de noviembre de 2015

Gentes del Camino I

Danel, es mi ahijado, dieciocho años lo contemplan. En este Nuevo Camino fue mi bordón; sin él… La verdad que un poco por “chantaje emocional” y otro poco de “no sé por qué motivo” me acompaño al Camino. Se convirtió en ayuda de cámara y  mi guardián.
 
Nuestro inicio fue Ponferrada. Ocho días llenos de recuerdos: nuevos y viejos. Fue un Camino  de encuentros con las gentes que habitan los pueblos que recorrimos, gente desprendida y bondadosa; y con peregrinos con  mochilas cargadas a veces de muchos deseos, otras de soledades y  otras, en fin, de oración y agradecimiento.
 
Como dice la canción: Gracias a la Vida que me ha dado tanto…
 
Ana y Llorenc caminaban junto a  su madre Sonsoles y su hermana Cristina. Nos encontramos en el Albergue Das Animas en Ambasmestas; son de Barcelona.
 
Ángel, el hospitalero de este albergue, hace honor a su nombre y el lugar, cerca del rio Valcarce, invita al reposo. Sus aguas, sobre todo en verano, son milagrosas. Como la tortilla de patatas que prepara Ángel.
 
El Bierzo ya ha quedado atrás.
 
En O Cebreiro, en  la iglesia de Santa María (prerrománica, del siglo IX), la imagen del Cristo gótico (siglo XIV) con ese rictus,  su dolor,  hace olvidar las penurias a los peregrinos. Es este un espacio para vivir el silencio.
 
Ya cuesta abajo, la Venta Celta, es también un buen "templo". Caldo gallego, carne guisada y queso de O Cebreriro. El chupito de orujo blanco es elixir de Meigas: cura todas las enfermedades, incluso las del "mal de amores".
 
Danel y yo continuamos caminando y llegamos a Biduedo; nos alojamos en Casa Quiroga.
 
Biduedo es un lugar de calma y sosiego; una aldea pequeña con  buena gente. Allí conocí al tío Jaime. Tiene ochenta y tantos años y una mirada llena de curiosidad a pesar de todo lo vivido. Al atardecer, un atardecer de julio pleno de ocres y naranjas, nos encaminamos Tío Jaime, Danel y yo, a la  iglesia dedicada a San Pedro; es la iglesia más pequeña del Camino. Debajo de los arcos de la puerta de entrada aproveché el trabajo de la luz del atardecer en sus rostros, viendo cómo una pátina dorada resaltaba sus miradas.
 
Al día siguiente, de Biaduedo a Barbadelo, cada uno  su Camino. Danel siempre adelante y yo siempre atrás, no detrás.
 
A medio camino entre Biduedo y Triacastela me encontré con José López  de Vilar, pastor de vacas y a veces, sobre todo en invierno, pastor de peregrinos perdidos entre la niebla; a veces entre la nieve.
 
Ya en Triacastela volví a encontrarme con Sonsoles y sus hijos, Ana, Cristina y Llorenc, el “hombrecito” del grupo. Nos emplazamos para vernos en Barcelona. Y así fue después del Camino. ¡Qué buena tarde pasamos ese día de otoño! Sobre todo en Casa Tomás en Sarrià. Hacen las mejores patatas bravas de todo el mundo.
 
Perdonar este inciso de fuera del Camino.
 
Al llegar a  Barbadelo, nos alojamos en  A Casa Carmen. Parar en esta casa es para mí un ritual casi sagrado. Carmiña y Pedro Xose son buena gente.
 
En la iglesia de Santiago, románica  (siglo X) volví  a encontrarme con su párroco, don Antonio Caloto. Hace un tiempo tuvo problemas  bastante serios de  salud, pero ahora parece que los ha remontado. Fue un momento de intensa alegría. Es cierto que el Santo hace milagros. Don Antonio tiene ochenta y tantos años y lo encontraréis en la iglesia cerca de una puerta  que da  entrada al paraíso, buscando la Luz y sellando las credenciales a los peregrinos.
 
Mañana iremos hasta Gonzar.
 
Al llegar a Gonzar, nos alojamos en Casa García. El albergue público ya estaba lleno a horas muy tempranas. Yo camino lento, muy lento. Danel es un fuera borda. Él siempre me espera.
 
En los albergues públicos no se puede reservar plaza y tuvimos que alojarnos en los albergues privados. La verdad es que no sé cómo llegan tan pronto algunos…
 
En el albergue conocimos a Raquel, una peregrina  con unos ojos extremadamente bellos. A las nueve de la tarde la luz que entraba a través de uno de los ventanales hizo el resto. No hacía falta milagro alguno. Su mirada lo decía  todo.
 
Mañana iremos de  Gonzar a Melide, y nos alojaremos en el Albergue de San Antón.
 
Este albergue es un  remanso de paz y sosiego. Rocío y Aida, sencillamente son unos ángeles, pero no del Cielo; son terrenales y cercanas, que buena falta hace a los peregrinos.
 
Pasamos una noche de ensueño y esto nos ayudó al día siguiente. Ese día fuimos de Melide a O Pedrouzo.
 
Y en ese caminar, llegué a Casa Morgade, en Lavandeira, al encuentro con otros peregrinos. Es la hora del bokata. Alguien me dijo, que el de sardinillas era el que más éxito tenía. Pensé: con la economía hemos topado, pero seguro que está bueno.
 
En la escena aparece el perro de la casa y parece que no le gustaban las sardinillas, o quizás  se marchó aburrido  esperando su mordida. Pongamos que se llamaba Canelo.
 
Cerquita, en el kilómetro 102, me encontré con una familia. Eran tres, son tres. No recuerdo el nombre de sus padres, pero si el de Adán. Un ser de mirada viva y deslumbrante, con una sonrisa que atrapa al caminante. Veintidós meses nos contemplan. El grupo familiar se  aleja a buen ritmo y él va feliz en su carrito.
 
Más adelante, en el kilómetro 101, siempre en el ciento uno, Dani, el gaitero de Sarria ameniza nuestros pasos. Nada me costó emocionarme; soy de  lágrima fácil. En el Camino el sonido de la gaita me lleva a otros espacios vitales. Conversamos y   prometí enviarle las fotos. Ya las tiene, como muchos otros.
 
Sigo caminando como puedo. A media mañana  llegué a  Boente de Abajo, y en ese lugar conocí a Mariano, el hospitalero de Os Albergue´s.

Continuara...

 



































lunes, 9 de noviembre de 2015

El recolector de hojas III

                              Los dioses no quieren seguramente
                              que hable de ellos,
                              pero el recuerdo de pasados otoños
                              me impulsa a colgar este exvoto en su templo.

(De la Novela de Genji (I) Esplendor. De Murasaki Shikibu.)

 
Exvoto. Del latín, ex voto, por voto: Ofrenda parecida que los gentiles hacían a sus dioses.
(Del diccionario de la RAE)

 
Ni pasado ni futuro tienen ninguna trascendencia en los ciclos de la Naturaleza: solo el presente trasciende.
 
Como diría una persona muy cercana: pasado y futuro no existen, solo importa el presente continuo, aquello que hacemos día a día.
 
Todos los días, bueno, casi todos los días, la luz otoñal incide de manera muy especial en un lugar de mi casa; siempre en una franja horaria concreta.
 
La recolección de las hojas en este periodo otoñal es un trabajo muy placentero, lleno de serenidad. Además produce un placer casi sublime por la proliferación de colores, aunque conlleva un problema: los colores son pura alquimia, su  trasmutación es inmediata y cambiante: presente continuo.
 
Mi búsqueda no solo es  de los colores de las hojas, también es una búsqueda de diferentes formas que se producen  gracias a los hongos y parásitos que habitan en ellas. Su grafía queda impresa en la superficie de las hojas, y surgen nuevas texturas que difícilmente nosotros podamos crear. Alguna vez, bueno, muchas veces, he pensado que nos están comunicando en un lenguaje nada críptico, lo que está sucediendo en la Naturaleza, y nosotros parece que lo estamos ignorando: ¿Es posible que su belleza manipule o confunda el mensaje y nos parezca que nada  dicen?
 
Coplas de San Juan de la Cruz sobre un éxtasis de la contemplación:

                                     Entréme donde no supe:
                                     y quedéme no sabiendo,
                                     toda ciencia trascendiendo.

                                     1. Yo no supe dónde estaba,
                                     pero, cuando allí me vi,
                                     sin saber dónde me estaba,
                                     grandes cosas entendí;
                                     no diré lo que sentí,
                                     que me quedé no sabiendo,
                                     toda ciencia trascendiendo.



Epílogo.
 
Mi exvoto a los dioses de la Naturaleza es la trilogía del “Recolector de Hojas”.
 
En esta nube informática, nube sin  cielo, ha quedado “colgada”  mi particular visión sobre unos seres de inusitada belleza: las hojas. En su humildad, cuando son requeridas, terminan su ciclo vital en las ramas de los árboles y se posan en los suelos recorriendo los caminos del aire.
 
Es buena época  para caminar en los bosques, sobre su hojarasca. Sus sonidos y los aromas del bosque pueden embriagar nuestras almas.
 
Esta vez no hay música, pero si un canto poético.

Del Tercer poema del Cantar de los Cantares:
                                                                        
                                   Antes que sople la brisa del día,
                                   Y se huyan las sombras,
                                   Me iré al monte de la mirra,
                                   A la colina del incienso.