jueves, 18 de octubre de 2018

ZUMAIA, UNA LUZ EN EL CAMINO DEL NORTE- ZUMAIA, A LIGHT ON THE WAY TO THE NORTH

Tener una idea interiorizada de la naturaleza impermanente de nuestro cuerpo nos permite apreciar mejor el tiempo y el momento presente. Reconocer lo que somos y en este mismo sentido aprender a relacionarnos con las cosas sin aferrarnos demasiado a estas.


“La impermanencia es la cualidad central de la existencia. Todo cambia. Nada se mantiene igual”. 

(De las Escrituras Eremitas)


En el Movimiento Universal nada tiene comienzo; tampoco final.

Doy mis primeros pasos con los albores del día. Aprecio cómo su luz va cambiando, pero es mi guía.

Yendo por Arrukale, se llega a un punto de nombre evocador: Ama Birjiña Bista. Antiguamente, antes de que construyeran el Castillo de Foronda, se podían contemplar desde aquí la ermita de Arritokieta, la parroquia de Zumaia, la ermita de Santiago, y a lo lejos, y con el monte raso, la iglesia de Askizu, la iglesia de San Miguel de Artadi y la ermita de San Lorente.

Este nombre tan evocador, curiosamente, se repite en un promontorio cercano del barrio de Elorrixa. Desde este punto se pueden contemplar la iglesia de Itziar y la ermita de Elorrixa. También la iglesia de Arrona Arriba, la ermita de Ibañarrieta y, por último, la ermita de San Lorente.

Pero volvamos atrás. 

Una vez pasado el barrio de Gautxori, las primeras pendientes nos acercan al caserío Iparre. Cerca de allí, debajo de un roble, hay un pequeño monolito de cemento en recuerdo de Esteban. En él se lee: El Sol necesita la Luz, las Alas el Viento del Norte…

Seguimos ascendiendo. La mañana nos regala sus mejores vestimentas: doradas y evocadoras, de cierta languidez, por su brevedad.

La pendiente continúa. Aparecen ante nosotros el caserío Sarrondo y su pequeña higuera a la izquierda, al borde del camino. Sus frutos más pequeños son pura dulzura: hidromiel, creo yo…

- Que no nos vea el casero. Con razón puede enfadarse.

Sus hojas han comenzado ya a enmarronarse: la impermanencia camina cerca de nosotros.

Después, el caserío Endañeta. Desde su pórtico salen a nuestro encuentro ladrando la perra Beltxi (Negra) y su hija Manuelita. Son fruto del mestizaje. Lo digo por su raza: “ratoneros”; para mí indefinida, pero de cierta belleza. Y seguimos subiendo, aunque la cuesta parece un “falso llano”. Porque no es llano; sigue siendo cuesta.

En los prados cercanos al caserío San Martin, las “limusin” (raza de ganado rubio-rojiza y elegante) nos observan con ojos de esfinge. Aprovechándose de sus bostas, una bandada de níveas garcetas (hoy he contado veinticuatro) se alimentan de los invertebrados que se reproducen en ellas. Por supuesto hablo de las bostas. ¡Buffet libre!

Son aves asustadizas que levantan el vuelo a nuestro paso, y su evolución aérea y silenciosa es todo un espectáculo. Entre sus plumas se irisa la luz de la mañana. Seguimos con la impermanencia.

El caserío Saskarate queda ya a nuestras espaldas; más adelante aparecen el caserío Andika y, a lo lejos, el caserío Pikote, entre dos lomas. La sombra de nuestro cuerpo, que antes iba delante de nosotros, ahora va en el lado izquierdo. Impermanencia: es su consecuencia.

En un continuo aparecer, aparece el caserío de Agerre y, más adelante, el de Santa Klara. Este lugar tiene como virtud primordial ser una atalaya para hacer sentir cómo dentro de nosotros surge la belleza: la belleza del Mar Cantábrico. A sus pies, Zumaia. El caserío Amets-Mendi, también en otro altozano, tiene similar virtud. Me imagino desde aquí las luces del amanecer, las de la puesta del sol, y las luces de las estrellas en una noche de luna llena… Respiro profundamente: todo cambia.

Cerca del camposanto, a la vera del Camino, hace un tiempo, Manuel Mari Garate esculpió una roca de granito y le dio forma de monolito: Setecientos sesenta y tres (en números) km, Done Jakue Bidea (Camino de Santiago) y una flecha en dirección a Compostela.

Dejamos a un lado la ermita de Arritokieta, una de las vírgenes del camino y, bajando por una senda de hierba, llegamos a Kastor Enea. Dejándola a la derecha seguimos bajando, y entre barro y rocas kársticas alcanzamos el caserío Ardantza en Ardantza Bide, ya cerca del final de la mañana. 

Más adelante, por un camino de tierra y piedras, después de Ardantza Bide, llegamos a Algorri; una cala de piedra. Antiguamente en Zumaia se la conocía como la playa de los Curas; creo que también era la playa de las Monjas. Y después de subir una pendiente, cresteando por los acantilados del Flysch, también llamado Aitzgorri, llegamos a la ermita de San Telmo. Y desde este lugar a mi casa.

- No voy: Vuelvo; siempre vuelvo.

Ha quedado un relato, digamos, algo extenso. Para mis amigos de habla inglesa, les recomiendo “un” copia-pega, y gracias a este enlace que aquí acompaño tendrán una buena traducción, casi fidedigna.

There's a story left, let's say, something extensive. For my English-speaking friends, I recommend "a" copy-paste, and thanks to this link that I accompany here will have a good translation, almost reliable:


Esta vez no hay música. Seguramente “ella” aparecerá sin partituras dentro de todos nosotros al contemplar las imágenes. Aunque quizás iría muy bien el Dueto de Adán y Eva de la Creación de Haydn.