domingo, 15 de enero de 2023

Camino de otoño (sin parar) - Autumn Way (non stop)

Cielo límpido,
nubes en fuga.
Sol frio.

“Para esa edad de oro, que es como una isla espiritual caída del cielo. Por ella camina el corazón del poeta, y se encuentra allí tan a su gusto, que su mejor deseo sería no tener que abandonarla nunca. En el sol blanco del amanecer”. 
(Juan Ramón Jiménez)

Hoy en Foncebadón, atardecer rojo, y mañana en la Cruz de Ferro, morning gloryus (amanecer glorioso) donde el Cielo y la Tierra se unen. Nueve de la mañana, veintisiete de noviembre, Año Santo dos mil veintidós; tres bajo cero. Si ya somos pocos, a esa hora menos seremos. Observo con tristeza a peregrinos cabizbajos pasando de largo con las manos en los bolsillos. 

¿A dónde irán? Amanecer rojo.

No se detienen. Pasan a un lado del montículo de oraciones, las piedras están frías y calladas: 

Mástil de madera, 
leño ignorado. 
En su cima, hierro humillado.

Una oración de Serge, Tierra de Dios, Piedra sobre piedra:

Déjame amar con el corazón en llamas, sin miedo y sin condición.
Desde el más lejano y más pequeño pensamiento de mi espíritu.
Déjame amar con compasión.

¿Qué pensaríais si a lo largo de la mañana, camino a Villafranca del Bierzo, después de Cacabelos, en diferentes horas y lugares, contemplaras en el cielo hasta nueve veces el Arco Iris…? 

Tierra roja, de viñedos cosechados. Las parras están repletas de hojas multicolores que destilan luz. Son como alambiques sagrados.

Belleza inalterable,
Ocres y malvas.
Luz eterna.

Oda a una concha:

- Si por un casual, volandeiras, zamburiñas, o quizás vieiras voladoras de nácar puro en una mesa se posaran, recuerda mi amigo, que yo por ellas suspirara. Lo digo por sus conchas, que como bien preciado, tú guardaras. 

Camino oscuro,
luna oculta.
Estoy perdido.


Vangelis, Mythodea (Mito y Oda), Movement 9, 2001.


Algunos Hitos del Camino, por orden de aparición:

José, el peregrino de Coímbra, Portugal. Poseedor de una dulzura contagiosa y con el talento de demorar el tiempo. Georg, escritor y dibujante, peregrino alemán de Stuttgart. José de Barcelona, del albergue Ultreia de Castrojeriz, un erudito del Camino y transmisor de su verdadero sentido. En Santa Catalina de Somoza conocí a una niña, Marina, y con un trazo y dos puntos en una servilleta de papel me regalo una sonrisa. Paola, de Pescara, la hospitalera italiana del albergue Parroquial Domus Dei de Foncebadón. En ella se personifica la bondad. Una protectora: Santa María de Vizbayo, es el nombre de mí habitación en el Albergue Parroquial San Nicolás de Flüe de Ponferrada. El hospitalero Angelo, llamado Gotzon, de Fuscaldo, Italia. Él me hizo recordar el sentido y la sensibilidad de la canción de Mikel Laboa, Txoria Txori. Jan, el peregrino checo. Venía caminando desde Praga, Chequia. Parecía tener el don de la ubicuidad. Le gustaba caminar de noche contemplando el firmamento y experimentando el frio; dormía a la intemperie. Sara, la dulce Sara, y el milagro que obra en sus manos una taza de vino fresco y oloroso. Un godelo. Condegalo se llama, en la Moncloa de San Lázaro en Cacabelos. Jesús Jato, y el significado de una palabra: desprendimiento. Y el poder de sus manos. Alma mater del Albergue Ave Fénix de Villafranca del Bierzo. Alekxandra, peregrina polaca, su periplo comenzó en Warsaw, Polonia. Marcus y Daniel, peregrinos austriacos, comenzaron a caminar desde Klagenfurt, Austria. Los cuatro compartimos una maravillosa cena en el Albergue Pequeño Potala. Es la casa de Luis Miguel y Carlos. Ahora rememoro cómo el cansancio puede ser mitigado gracias a la gentileza, la de las gentes del restaurante Albaroque de Samos. Marcel, el peregrino alemán. Su camino comenzó en Colonia: Más largo y profundo es el camino de su sonrisa. Peregrino de invierno. Todavía en otoño. Sebastián “el gentil”, peregrino peruano de Puerto de Paita, Piura. Juan José de Salamanca y su perra Lua (descendiente de los Akita Inu). José, del Castillo del Lobo en San Xil. Él me regaló una palabra: tenacidad. También un ágata, y con ella, armonía y equilibrio. Encuentros del Camino: María, la princesa del Camino (diez años) y sus padres Juan Tomas y Beatriz, de Madrid. Ellos me obsequiaron con un don: el alivio. Serge de Paris, peregrino eterno. Iba y venía, de continuo (non stop). Munia, peregrina italiana de Roma, la Ciudad Eterna. Buscadora incansable, también portadora de un bien preciado: tiempo para conversar. Ya en Fisterra, Pedro, francés de Paris. En su día me contó que fue uno de los líderes en la Facultad de Derecho en el mayo del sesenta ocho. ¡Amén!