“No será noche de luna, quizás tampoco de cielo
estrellado. Pero nada me cuesta cerrar los ojos y saberte en mi Universo. Solo
sé que esta noche habrá algo en el
firmamento”
Cuando salía de
Roncesvalles, al comenzar el Camino, hacía un tiempo que ignoraba el amanecer;
estaba atareado con los quehaceres del día. Entonces dejé de observar: el sol
se desvanecía.
En ese momento, el
frío de esa mañana se apoderó de mí, como el viento se adueña del páramo cuando
carece de vida. Su sonido me inquieta.
“El frío, como el viento, tiene sus sonidos. También mis
pensamientos”
No era un buen
comienzo. Quería caminar muy rápido para
alejarme de esa sensación tan siniestra, pero no era consciente de que nada aprendía.
- Camino, pero nada aprendo.
El Camino tiene sus
ritmos, sus pausas, a veces sus pautas, y pensando en llegar “a no sé dónde” no
apreciamos nada de todo lo que nos rodea y acompaña. Incluso los árboles te
hablan cuando el viento mece sus ramas. Los bosques están llenos de espíritus
que nos acompañan para guiar nuestros pasos, sobre todo en los momentos de
incertidumbre.
Recuerdo con gran
emoción mi primer Camino. Desde los Pasos de Roldán, en el Puerto de Erro,
sentado sobre una roca a modo de duro asiento, veía las curvas de la carretera cerca de Agorreta. Estaba
reventado; el motivo: mi mochila. El hospitalero de Roncesvalles me advirtió de
ese problema; pero yo no le presté la debida atención. La mochila estaba llena
de “por si acaso”. A modo y reflejo de nuestra vida (nuestra casa), la mochila
pesaba, pasaba tanto como mis pensamientos… Tentado estuve de volver a casa.
¡En fin, qué
desastre, el sino del principiante!
Cuando llegué a
Larrasoaña, fin de mi primera etapa, los barrenderos ya habían quitado las
calles. Vaya trabajo tienen. Al amanecer las ponen de nuevo.
- Epílogo.
Cuando las palabras
mueran, cuando los pensamientos desaparezcan, los caminos caerán en el silencio y los mares se vaciarán de
vida. Solo en ese momento, en ese vacío, volverá a nacer la paz y ella habitará
en nuestros corazones. El amor y la paz fecundarán y renacerán nuestras vidas.
Renacidas nuestras
vidas, las olas volverán a humedecer la orilla de la playa, mojando nuestros
pies, y en ese espacio, las huellas que dejamos en la arena, nos enseñarán el
camino a casa.
“Cuando el cielo llore sus aguas celestes volverán a
traer nuevos sueños”
¡Gracias, Juan Ramón!
ResponderEliminarJulio, egun on! Gracias a vosotros por donarme algo de vuestro tiempo. Buen Camino!!!!!!!!!! Juan Ramón.
EliminarUn placer seguir tu caminar Juan !
ResponderEliminarEl Camino se hace de otra forma cuando tus amigos te acompañan. Un fuerte abrazo, Juan Ramón.
EliminarUn abrazo, Juan Ramón. Espero y deseo que te encuentres repuesto del todo y sigas haciendo partícipe a tus incondicionales de tus mágicos y emotivos momentos por "Los Caminos."
ResponderEliminarPedro, gracias por tu ánimo. Seguimos mejorando; creo que pronto volveré a "caminar". Tengo muchas ganas de volver a ver tus nuevas obras. Te avisare cuando baje a Sevilla. Saludos, Juan Ramón.
EliminarQue foto más bonita y expresiva de la señora Maria en Ligonde!
ResponderEliminarHola Rocío!!!! También en este Camino estuve con ella. Para mí es un amor y espero que cuando vuelva de nuevo pueda estar con ella. Es una mujer maravillosa! Gracias por vuestra acogida. Juan Ramón.
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