jueves, 24 de septiembre de 2015

El Recolector de Hojas II

                              Incluso el viento que silba
                              entre las hojas de las cañas 
                              me hace más compañía 
                              durante las noches solitarias de otoño

(De la Novela de Genji (I) Esplendor. De Murasaki Shikibu.)

                          
Hace tiempo que  te ausentaste dejando un vacío difícil de llenar. Mucho me temo que no volverás: en la penumbra veré tu rostro emerger detrás de la casa vacía de vida.
Recuerdo las tardes de final del verano. Juntos contemplábamos desde la ventana el arce que hay en el jardín trasero de la casa. Sus hojas comenzaban a adquirir diferentes tonalidades que  se asemejan a los colores de la piel de la fruta del mango: rojos granate con pequeñas tonalidades purpúreas.
Al caer la tarde, en mi soledad, el cielo se llena de nubes de tormenta; creo que esta noche no habrá luz de luna.
- La tormenta se desata.
Sus sonidos acrecientan un sentimiento de vacío que todo lo invade. El ruido es ensordecedor. El agua de lluvia  golpea los cristales de la ventana y el viento  se abre paso entre los entresijos de la casa.
- Música celeste.
Al amanecer, un manto de agua lo cubre todo y las hojas del arce parecen rejuvenecer sus colores: son más vivos.  Colores vivos pero efímeros.
- Sigo recolectando hojas.
Esta es buena época para recolectar los colores de las hojas. Están vivas y sus pigmentos son puros, yo diría que primigenios. Son parte de la creación de la Naturaleza. El otoño se acerca de forma adelantada, y quizás no sea buen presagio pues anuncia un invierno anticipado y duro. Pero si así lo queremos, nada nos pueda distraer y sería un “pecado” dejar de disfrutar de tanta belleza.
- De vez en cuando, al caminar, mirad al suelo.
                 
“La música da alma al universo, alas a la mente, vuelos a la imaginación, consuelo a la tristeza y vida y alegría a todas las cosas"
                                                                                            (Platón)




















lunes, 7 de septiembre de 2015

El Recolector de Hojas

                            Caminando sobre una tierra de hojas
                            Recuerdo el bosque de los amados,
                            Aquel que en los sueños aparece
                            Pero lejos de ti su belleza se esconde.


"No te aflijas si el viaje es amargo y la meta invisible. No hay camino que no conduzca a una meta"

De Hafiz, poeta persa del siglo XIV. Hafiz nació, vivió y murió en Shiraz. Nunca quiso abandonar esa ciudad donde el sol hacía bailar los colores y las blancas casas se tornaban de plata bajo la luna. Su tumba, actualmente, es un lugar de peregrinaje. Un lugar pleno de alegría y de música bajo la sombra de un ciprés milenario. 

“No te aflijas si, por un instante las estrellas no giran de acuerdo a tus deseos. La rueda del tiempo no va siempre en la misma dirección”
(Extractos tomados de la “nube sin cielo” informática)
 

Las palabras no pueden describirlo todo, las hojas de los árboles tampoco pueden hacerlo. 

Solo esperan al recolector de sueños. 

En los bordes del camino se van descomponiendo, se contraen sobre sí mismas. La clorofila busca otros caminos, las abandona y sus colores se transforman. Sus átomos entonces se descomponen, mutan en colores todos ellos diferentes: rojo sangre, oro viejo, verde esmeralda, a veces turquesa. Marrón-chocolate, plata repujada, cian claro, y en alguna de las hojas de las hortensias, el color de la rosa purpura. En otras, en su anverso, gris plateado, sedoso como la felpa.

Ya lejos de los árboles y de sus ramas es otra historia.

El viento las sacude, se amontonan. El agua, a veces las protege, y el rocío de la mañana las adorna de plata perlada. Su tiempo es infinito y la luz del sol las viste de una pátina dorada.

En mis manos también son otra historia.

Las recojo de los bordes del camino para protegerlas de las pisadas, de las miradas ignorantes de tanta belleza. 

“La oscuridad no es ausencia de luz. La oscuridad es cerrar los ojos a la belleza”

Ahora, con ellas, quiero trabajar con su luz; sus formas y colores me atrapan. Las toco y con los ojos cerrados las yemas de mis dedos recorren sus líneas nervales: siguen vivas.

“No te aflijas, la belleza volverá a alegrarte con su gracia; la celda de tristeza se convertirá un día en lecho de rosas.” 
(Hafiz)


Recuerdo la frase de uno de los protagonista de la película, El Último Samurái; el samurái Katsumoto Moritsugu . En los instantes anteriores a su muerte, observando como volaban los pétalos de la flor del árbol del cerezo, movidas por el viento antes de posarse en el suelo, dice: Perfectas, todas son perfectas. 

Durante toda su vida había buscado en el árbol del cerezo en flor el pétalo perfecto. Ante su muerte fue consciente de que todas eran perfectas. ¿Acaso su búsqueda, su vida, fue estéril?

                        ¿Por qué ha dejado de florecer la flor del Loto?
                        Estamos en verano, 
                        Las aguas del estanque están sucias.
                        Nada florece en ellas.