jueves, 24 de diciembre de 2015

Mercado Medieval - Sto. Domingo de la Calzada II

- Esto es un nuevo tipo de cruzada para vos, querido caballero: una que requiere más coraje que todas las otras batallas que habéis conocido antes. Si lográis reunir las fuerzas necesarias y quedaros para hacer lo que tenéis que hacer aquí será vuestra mayor victoria.
(Página cincuenta, El Caballero de la Armadura Oxidada, de Robert Fisher.)

¿Quedarse o marcharse, en cuál de las dos decisiones se encuentra la victoria? ¿Quizás en las dos?
 
- De momento, mejor quedarse.
 
Moverse por el Mercado, sin rumbo fijo y libre de las ataduras del tiempo, permite vivir la marabunta  de muchas maneras; a veces se disfruta, otras veces (las menos) te espantas. Y a veces experimentas lo soledad rodeado de tantas cosas y gentes. ¿Qué hago yo aquí?, te preguntas.
 
- Para los gases intestinales: hinojo, comino, manzanilla y anís verde.
 
Es lo que le dice el herbolario a un señor de cara compungida que unos momentos antes de la consulta se atiborraba de morcilla entre pan y pan, y  con saciedad devoraba.
 
- Para la obesidad: bardana, tila y rabos de cereza.
 
La señora María, entradita en carnes y de edad incierta, se había metido entre pecho y espalda un par de pinchos morunos, acompañados de tinto joven (por si algo se pegaba) en un cuenco de barro;  un chorrete de salsa especiada caía por la comisura de sus labios.
 
Que manía con las obesidades. Si las carnes están prietas, como Pedro Pablo Rubens las quería, todas ellas son bellas y, si no, recordad  las Tres Gracias. Si os entran dudas preguntad también al artista colombiano Fernando Botero…
 
Y tu pasas mirando hacia otros lugares, despistando, como si no escucharas.
 
¡Esto es el Mercado Medieval!
 
El sufrimiento  no se disfraza, siempre lleva los mismos ropajes: aunque parezcan de fiesta están llenos de girones. Ya llegará la calenda con sus promesas. Ahora es tiempo de disfrute y no de tristeza.
 
Saltimbanquis, malabaristas y bufones, músicos de calle medievales, y un zancudo parecen transmutarse en figuras de piedra arenisca policromada para el pórtico de la Catedral. Que lejos queda Maese Mateo para dar forma a este Pórtico de la Gloria. Eso sí, un poco deslavazado y loco.
 
Es de agradecer la paciencia de los personajes medievales que habitan en este lugar del Camino de Santiago.
 
-Perdonad mi mala memoria, pues no recuerdo  alguno de vuestros nombres.
 
Pero lo que recuerdo son vuestras miradas que lo dicen todo. El cantero y el grabador no me pueden mirar; miran lo que están haciendo. Sergio es artesano del cuero; también de las figuras de gres.
 
- Sergio, recuerda que hemos quedado para contemplar tu trabajo.
 
Edu, de Girona, el de las plumas de colores; y el señor Castor, que manipula la madera para hacer maquetas, son rompecabezas; hacen pensar pero nada se rompe.
 
La hilandera de lana, ¿o lino? Recuerdo sus manos. Manos trabajadas por el tiempo. Isidro, el alfarero, de Pueyo de Santa Cruz, en Huesca. Me hablo de las horas de su trabajo y de los cientos de grados de su horno; horno cómplice para acabar sus obras de arte. Alfarero de antigua estirpe.
 
Otro de mis olvidos: Maese Cocinero. Las morcillas y chorizos de La Rioja no tienen secretos para él, y es calceatense de cuna.
 
Seguimos con los olvidos.
 
Los monjes de la golosina sana y natural (las chuches de toda la vida) pero ¡buenas, buenas! Las del Abuelo Domingo de Cartes, Cantabria. Por cierto, tenían un armarito que ocultaba formas eróticas de dulce sabor y añoranza por su hiniesta figura; añoranza según en qué caso…
 
Konstantina Konsoula, peletera griega. Tocar la superficie del cuero trabajado y a veces perfumado es todo un sueño evocador. Mis zapatillas de casa son de un  material de mercachifles. Pero hacen su trabajo.
 
Otra dama de ensueño; no me preguntéis por su nombre, su belleza lo dice todo. Es lanera y no le gusta cómo queda en las fotos. Aquí va un suspiro…
 
El mercader de telas, quizás ¿Juan Sin Nombre? Pero su reciedumbre me atrae, y su enigmática sonrisa me transporta a otros lugares.
 
José, de Lardero, La Rioja. El aroma de sus garrapiñadas sobrevuela los espacios de la Plaza del Santo. Me gustaron mucho las garrapiñadas de pepitas de girasol. Me dijo que tenían poco azúcar. ¡Qué poco cuesta engañarse uno mismo! Pero estaban muy buenas.
 
La madre de Kal-el. Ella no es Lara Lor-Van; ella es calceatense. Es María Magdalena, y parece un personaje pintado por  Francisco Ribalta, uno de los pintores del tenebrismo español.
 
¿Puede ser uno de los monjes benedictinos del maestro Francisco de Zurbarán? Digamos que también es calceatense. Otro Juan sin Nombre…
 
El caballero y su caballo. Pero prefiero llamarlo “brioso corcel”. Es más acorde a la poética de los Tratados de Caballería.
 
“El caballero reflexionó sobre esto. Si regresaba por el camino por el que había venido, no tendría esperanzas de librarse de su armadura y, probablemente, moriría de soledad y fatiga”
(Página treinta y seis, El Caballero de la Armadura Oxidada, de Robert Fisher)

 
Música con resonancias medievales, Angelo Branduardi - L' épouse dérobée (La esposa enigmatica).


















 

 
 
 
 
 































martes, 15 de diciembre de 2015

Mercado Medieval - Sto. Domingo de la Calzada


“El conocimiento es la luz que iluminará vuestro camino”

Este es un pensamiento que aparece en el libro, El Caballero de la Armadura Oxidada, escrito por Robert Fisher.
 
En una de sus páginas, la diecinueve, relata lo siguiente:
 
Mientras cabalgaba en solitario a través de los bosques, el caballero se dio cuenta de que había muchas cosas que no sabía. Siempre había pensado que era muy listo, pero no se sentía tan listo ahora, intentando sobrevivir en los bosques”.
 
Tengo un buen amigo, se llama Josu; es de Bergara pero vive en Zumaia. Cuando me cruzo con él le saludo llamándole Caballero. Y él, con una sonrisa en los labios, casi siempre me contesta recordándome su realidad de “célibateur”, y que él no es caballero.
 
Me dice: en los Tratados de Caballería el Caballero es aquel que defiende un puente, con su espada o su lanza, o acude a defender el honor de su dama. Y yo ni tengo puente ni dama que defender…
 
En Santo Domingo de la Calzada el Mercado Medieval nos recuerda muchos de los relatos y leyendas de Caballería. Pero también los del pueblo llano.
 
Añorando ambientes palaciegos, vamos recorriendo las calles empedradas de la Villa y Corte, afortunadamente sin barros; aunque alguna boñiga de caballo podemos pisar. Dicen que si no te enfadas da “buena suerte”.
 
Tras los saltimbanquis y zancudos, bufones y músicos callejeros, venidos de todos los lugares del Reino, los niños y los mayores (quizás los más niños) van en animada procesión, de un lado para otro,  en alegre pasacalle. Los Funambulistas de la Torre, con sus evoluciones aéreas, impresionan tanto que alguna mandíbula queda desencajada del “acojono” que provocan.
 
Mercaderes y artesanos. Marghadita es una de ellos: dialoga y da forma a las Hadas.
 
Herboristas que hacen brebajes para alargar la vida, y alguna pócima para conquistar a la amada, o estimular al amante que no cumple en el lecho de amor.
 
La echadora de cartas del Tarot: "el Tarot le pronosticó un venturoso futuro”. Pero del presente mejor no hablar. Me gustaría que fuera una Hacedora de Sueños; de buenos sueños.
 
Canteros y arqueros, también alfareros, cetreros y forjadores de Arnedo, Mario y su bella aprendiza. Perdonad: no recuerdo su nombre. Pero sí recuerdo a Félix, el pintor de Santurce, que dialoga y da forma a los sueños con la ayuda del papel, agua y óleo, y una imaginación  creadora-mágica.
 
Y tenderetes, muchos tenderetes de diverso condumio: dulces y salados, chocolates afrodisiacos y  “preñaos” grasientos. Saciadores de  sed con caldos de la “cepa tuerta” servidos en vasijas de barro. ¿Y de la prueba del porrón, que me dicen? Alguna gota caerá donde no debe… En ese instante hay miradas que se vuelven inquisidoras. Y cuando lo que cae es el aceite de la morcilla o la de un buen chorizo... ¡ay, Deus, Deus! Entonces los ojos lanzan llamas a modo de dragones medievales.
 
Quesos de tetilla, tiernos y curados, de San Simón da Costa en Vilalba, y su quesera mayor, María del Mar, pródiga en ternura. ¿Sabéis que uno de sus orígenes le sitúa en un convento de monjas del siglo XI? Por supuesto que hablo del queso...
 
Quesos de cabra y de búfala de la Masía Montbrú. Su lema: Los quesos Montbrú cautivan los sentidos. Doy buena fe de ello.
 
Y al anochecer, cuando el frio aprieta y las manos enrojecen, frente a la Catedral, en la Plaza del Santo ¡castañas, castañas calientes! Las castañeras son dos mozas de carnet perpetuo. Llevan veintitrés años en el Mercado. Este año se celebró la XXIII edición. Una vez más, no se sus nombres.
 
- Termino.
 
Una de las noches de cinco grados a la sombra, me di un pequeño homenaje. Fui a cenar al Mesón Los Caballeros. Pedí sopa, sopa riojana, tenía  un toque de pimentón picante. Hablando con la madre de la casa le dije:

- Esto levanta a un muerto.

Entonces ella me contesto:
 
- Eso dicen los peregrinos.

Parece ser que tengo pinta de peregrino. Siempre que puedo me acompaño del bordón.
 
Una pequeña mención.
 

Estuve alojado en la Hospedería Cisterciense. Son monjas de clausura, de eterna sonrisa; auténticas Hospitalarias del Camino.
 
- Y a ti Azucena, gracias por cuidarme.
 
Siguiendo el lema monacal del “Ora et Labora” elaboran unos dulces palatiales, casi celestes: los borrachuelos. Aunque sea motivado por tan terrenal intención, si podéis, visitarlas.
 
- Ahora estáis hablando del deseo del hombre de enriquecerse; pero si una persona es generosa, amorosa, compasiva, inteligente y altruista, ¿cómo podría ser más rica?
 
Páginas setenta y tres y setenta y cuatro, El Caballero de la Armadura Oxidada, de Robert Fisher.
 
Uno de los músicos callejeros medievales que conocí se llama Uli, de la Ecoaldea de Matavenero en el Bierzo, León. Por favor clicar aqui para escucharle.