domingo, 8 de enero de 2017

LA SABIDURIA DEL CAMINO I

Es un buen libro, os lo recomiendo. Y es un buen regalo para uno mismo. Luego, si podéis, compartidlo: Los Guardianes De Sabiduría Wisdomkeepers. Sus autores: Steve Wall y Harvey Arden. Editado el año 1993 por Alba Editorial.
Descubriendo el buen camino.
“Todo el mundo tiene que encontrar el buen camino. No puedes verlo, pues es difícil de hallar. Nadie puede mostrártelo. Cada persona tiene que encontrar el camino por sí misma”.
Son palabras de Charlie Knight, de la tribu Ute, de Colorado.
El Cristo de la iglesia de San Pedro en Ambasmestas. Es uno de los pequeños reinos que jalonan el Camino del Silencio. Sus paredes te acogen; son atemporales. Ahora, en verano (es el mes de julio) su frescor  te envuelve y el cuerpo descansa. Mañana marcharemos hacia O Cebreiro.
Y en el camino, antes de las primeras pendientes hacia La Faba, veremos la iglesia de San Julián de Herrerías. Una masa arbórea la protege de nuestras miradas. Quizás, pienso, en un próximo Camino y tomar más tiempo para detenernos y contemplarla más de cerca. Seguro que San Julián nos podrá relatar historias de peregrinos.
Al llegar a La Faba, mi cuerpo dijo ¡basta! Fue premonitorio el cartel de prohibido el paso que había en una leñera invernal. Mientras bebía un  poco de agua para recuperar el resuello, no fue difícil imaginar el calor de la lumbre en invierno cuando la nieve llega hasta las rodillas.
Pero ahora es verano y, debajo de un plátano de sombra en Vilar, la luz del sol transparenta sus hojas y la radiografía de un moscardón nos confirma su buena salud. El puñetero descansa y yo, debajo, disfruto de una buen pintxo de tortilla. Son las “cosas” del disfrute del Camino cuando no hay ninguna prisa. ¡Ya llegaremos!
En Ramil su castaño centenario carece de corteza de tanto “toqueteo” de los peregrinos a su paso. Me despido de él: ¡Hasta la próxima! Yo no lo toco. Me conformo con salivar pensando en un buen caldo gallego a pesar de los treinta grados; quizás sean mis deseos más sibaritas los que me redirigen el pensamiento hacia un lacón con grelos. Hay un buen mesón en Triacastela. Su churrasco a la parrilla es legendario entre los caminantes.
Ya en A Balsa, pasaremos ante la ermita dedicada a San Antonio. Quizás es momento de restaurarla; dan “penita” sus santos. Aquí nos descubriremos para orar un rato. Cosas del Camino; este tipo de  pausas permiten disfrutarlo.
Después de un buen salto geográfico y en el tiempo estamos en Morgade.
¿Qué intimidades estarán contando estos dos peregrinos? Es mediodía, después del bocadillo en Casa Morgade. Seguro que se han conocido en el Camino y ahora son amigos de toda la vida. Otra vez son las cosas del Camino.
Nos acercamos a Moimentos y antes, en el kilómetro 96, estamos en el alto Pena dos Corvos. Un hito del Camino. Luces y sombras: claroscuros.
- Wher is my chinadoll?
No queda más poético:
- ¿Dónde está mi muñeca de porcelana?
¡Cuanto “artista” frustrado! Pero no por su arte, sino por sus carencias personales, por no decir una burrada. Y así en casi todos los hitos y mojones del Camino.
Y después de Portomarín, Gonzar.
Gonzar es un buen lugar para descansar. Es una pequeña aldea gallega. El campanario de la ermita de San Andrés  se yergue hacia el cielo atrapando las últimas luces del día. Pero esas luces nos recuerdan que no serán las últimas; mañana, al amanecer, habrá otras: las del alba.
Buscando el nombre de la ermita he hallado una historia, quizás una leyenda más o menos mágica: la “espiritada” de Gonzar… Poned un poco de vuestro empeño para llegar a ella.
- Hospital da Cruz: albergue a 150 metros.
De este lugar tengo un grato recuerdo de la hospitalera. Gracias a ella pude preparar una cena en la cocina (me dejo unos cacharros). La cocina estaba desmantelada; hay un bar cercano… Fue en el Camino del 2011. En el albergue conocí a un artista colombiano, Juan Pablo se llama.
- Todavía te recuerdo; te reconozco a pesar de las nieblas de la distancia.
Compartimos la cena: una sopa de sobre y macarrones de vigilia.
Al anochecer, tumbado en un tálamo sin doncella, el techo del albergue se asemeja a una bóveda de maderas traveseras; parecen antiguas, traídas de otra casa. Quizás  de alguna casa de labriegos. Casas que hay en las lindes del Camino, de techos derruidos y olvidados. Olvidados por el tiempo y sus gentes. Solo quedan unas paredes de piedra negra y sillería granítica.
- A través de la ventana, noche estrellada, noche de abril, puedo ver el firmamento. Un poco más tarde, el vaho se adueña de los cristales y todo se difumina; el sueño me atrapa. 
En el kilómetro 71, en Portos, encontraremos el albergue A Paso de Formiga. Su lema: donde el tiempo se detiene. En una ventana abierta el viento penetra, es su camino natural, y mece  una cortina colorida. Pero nosotros seguiremos hasta Melide; el tiempo viene detrás de nosotros y su viento nos acompaña.
Música para respirar.












1 comentario:

  1. sigo leyendo tus publicaciones, y aunque soy viajero y no peregrino, tus reflexiones me incitan a que en mi pronta jubilación me de por recorrer los caminos hacia Santiago...

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