Es un buen libro,
os lo recomiendo. Y es un buen regalo para uno mismo. Luego, si podéis,
compartidlo: Los Guardianes De Sabiduría
Wisdomkeepers. Sus autores: Steve Wall y Harvey Arden. Editado el año 1993
por Alba Editorial.
Descubriendo el
buen camino.
“Todo el mundo tiene que encontrar el buen camino. No
puedes verlo, pues es difícil de hallar. Nadie puede mostrártelo. Cada persona
tiene que encontrar el camino por sí misma”.
Son palabras de
Charlie Knight, de la tribu Ute, de Colorado.
El Cristo de la
iglesia de San Pedro en Ambasmestas. Es uno de los pequeños reinos que jalonan
el Camino del Silencio. Sus paredes te acogen; son atemporales. Ahora, en
verano (es el mes de julio) su frescor te
envuelve y el cuerpo descansa. Mañana marcharemos hacia O Cebreiro.
Y en el camino,
antes de las primeras pendientes hacia La Faba, veremos la iglesia de San
Julián de Herrerías. Una masa arbórea la protege de nuestras miradas. Quizás, pienso,
en un próximo Camino y tomar más tiempo para detenernos y contemplarla más de
cerca. Seguro que San Julián nos podrá relatar historias de peregrinos.
Al llegar a La
Faba, mi cuerpo dijo ¡basta! Fue premonitorio el cartel de prohibido el paso que había en una leñera invernal. Mientras bebía
un poco de agua para recuperar el
resuello, no fue difícil imaginar el calor de la lumbre en invierno cuando la
nieve llega hasta las rodillas.
Pero ahora es
verano y, debajo de un plátano de sombra en Vilar, la luz del sol transparenta
sus hojas y la radiografía de un moscardón nos confirma su buena salud. El
puñetero descansa y yo, debajo, disfruto de una buen pintxo de tortilla. Son
las “cosas” del disfrute del Camino
cuando no hay ninguna prisa. ¡Ya llegaremos!
En Ramil su castaño
centenario carece de corteza de tanto “toqueteo”
de los peregrinos a su paso. Me despido de él: ¡Hasta la próxima! Yo no lo
toco. Me conformo con salivar pensando en un buen caldo gallego a pesar de los
treinta grados; quizás sean mis deseos más sibaritas los que me redirigen el
pensamiento hacia un lacón con grelos. Hay un buen mesón en Triacastela. Su
churrasco a la parrilla es legendario entre los caminantes.
Ya en A Balsa,
pasaremos ante la ermita dedicada a San Antonio. Quizás es momento de
restaurarla; dan “penita” sus santos.
Aquí nos descubriremos para orar un rato. Cosas del Camino; este tipo de pausas permiten disfrutarlo.
Después de un buen
salto geográfico y en el tiempo estamos en Morgade.
¿Qué intimidades estarán contando estos dos
peregrinos? Es mediodía, después del bocadillo en Casa Morgade. Seguro que se
han conocido en el Camino y ahora son amigos de toda la vida. Otra vez son las
cosas del Camino.
Nos acercamos a
Moimentos y antes, en el kilómetro 96, estamos en el alto Pena dos Corvos. Un
hito del Camino. Luces y sombras: claroscuros.
- Wher is my chinadoll?
No queda más
poético:
- ¿Dónde está mi muñeca de porcelana?
¡Cuanto “artista” frustrado! Pero no por su arte,
sino por sus carencias personales, por no decir una burrada. Y así en casi
todos los hitos y mojones del Camino.
Y después de
Portomarín, Gonzar.
Gonzar es un buen
lugar para descansar. Es una pequeña aldea gallega. El campanario de la ermita
de San Andrés se yergue hacia el cielo
atrapando las últimas luces del día. Pero esas luces nos recuerdan que no serán
las últimas; mañana, al amanecer, habrá otras: las del alba.
Buscando el nombre
de la ermita he hallado una historia, quizás una leyenda más o menos mágica: la
“espiritada” de Gonzar… Poned un poco
de vuestro empeño para llegar a ella.
- Hospital da Cruz: albergue a 150 metros.
De este lugar tengo
un grato recuerdo de la hospitalera. Gracias a ella pude preparar una cena en
la cocina (me dejo unos cacharros). La cocina estaba desmantelada; hay un bar
cercano… Fue en el Camino del 2011. En el albergue conocí a un artista
colombiano, Juan Pablo se llama.
- Todavía te recuerdo; te reconozco a pesar de
las nieblas de la distancia.
Compartimos la
cena: una sopa de sobre y macarrones de vigilia.
Al anochecer, tumbado
en un tálamo sin doncella, el techo del albergue se asemeja a una bóveda de
maderas traveseras; parecen antiguas, traídas de otra casa. Quizás de alguna casa de labriegos. Casas que hay en
las lindes del Camino, de techos derruidos y olvidados. Olvidados por el tiempo
y sus gentes. Solo quedan unas paredes de piedra negra y sillería granítica.
- A través de la ventana, noche estrellada, noche de
abril, puedo ver el firmamento. Un poco más tarde, el vaho se adueña de los
cristales y todo se difumina; el sueño me atrapa.
En el kilómetro 71,
en Portos, encontraremos el albergue A Paso de Formiga. Su lema: donde el tiempo se detiene. En una ventana abierta el viento penetra, es su
camino natural, y mece una cortina
colorida. Pero nosotros seguiremos hasta Melide; el tiempo viene detrás de
nosotros y su viento nos acompaña.
Música para respirar.
sigo leyendo tus publicaciones, y aunque soy viajero y no peregrino, tus reflexiones me incitan a que en mi pronta jubilación me de por recorrer los caminos hacia Santiago...
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